cuernavaca, Morelos 7 de mayo de 2017 (WDC).- La sociedad morelense está cansada y puede llegar a su límite ante la grave situación de inseguridad que se refleja en Morelos, denunció el Obispo de la Diócesis de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, tras la caminata por la paz en la que participaron miles de fieles católicos y a la que se sumaron diversos actores políticos en la entidad.
En el patio de la catedral, reunidos y con fieles caminando pacíficamente por las calles aledañas para exigir seguridad y justicia, Castro Castro, recordó que la sociedad tiene una gran responsabilidad con las generaciones emergentes y con las familias y por eso “hoy estamos rompiendo la indiferencia, estamos aquí porque queremos ser partícipes de una nueva sociedad”.
Resaltó que el pueblo está cansado de ser víctima del derecho de piso, de trabajar para dar el fruto de éste a los delincuentes. “Qué diferente sería México sin corrupción y viviendo en la legalidad y sin impunidad”, abundó.
Ramón Castro Castro subrayó que el antídoto para el miedo y la violencia es la cultura de la paz; y que la violencia del ser humano no está en sus genes, sino en su ambiente; donde la violencia no es innata, se aprende a lo largo de la vida.
Reprochó la práctica del gobierno de imponer a quienes no comparten las mismas posiciones, la etiqueta de enemigos, atribuyéndoles intenciones hostiles y estigmatizándolos como agresores a través de una propaganda hábil y bien pensada en contra de quienes ellos consideran enemigos.
Por lo que finalmente, aseguró que para construir la paz se requiere la restauración de la verdad, llamar por su nombre a los actos de violencia en todas sus formas; al homicidio por su nombre, donde las motivaciones políticas o ideológicas lejos de cambiar su naturaleza, pierden su dignidad propia.
Dijo que con esta caminata se busca hacer conciencia de que se tiene construir la paz en el estado, esto al señalar que en la actualidad el ser humano ha llegado y traspasado límites inauditos de violencia y criminalidad, recordando la parábola de Caín y Abel, donde dijo, “Caín se ha multiplicado y Abel sigue siendo asesinado”.
Siendo pues una crueldad absurda no sólo a nivel mundial, nacional, sino también estatal, esto, al enfatizar que en Morelos la población ha sido testigo de que las ciudades y pueblos viven en angustia y que sería innecesario presentar estadísticas de cuánto está viviendo el estado.
Precisando el obispo Castro Castro que la cifra negra, que son aquellos delitos que no se denuncian y que abarca un 92% contra el 8% que se denuncia, lo que ha colocado a Morelos en los últimos años en los primeros lugares en delitos alto impacto a nivel nacional.
Castro Castro recordó que cuentan con una radiografía que no viene del escritorio ni de las encuestas, sino del vivir diario, donde a través de las visitas pastorales ha podido verificar que la mayoría de los morelenses, en mayor o menor grado, debe enfrentar el dolor, angustia e impotencia del crimen organizado, así como la violencia, inseguridad, impunidad, desempleo, corrupción, homicidios, extorsión, abuso de autoridad, secuestros, desaparecidos, tortura, asaltos a domicilios y a las rutas.
A lo que se le suman las fosas clandestinas donde muchos cadáveres fueron echados como basura sin los debidos protocolos de la ley, citando como ejemplo la de Tetelcingo y Jojutla, donde prevalece la impunidad.
El obispo de la Diócesis de Cuernavaca, al seguir con su mensaje, señaló que al estado le aqueja una deuda pública de 9 mil millones de pesos, 6 mil están contabilizados y 3 mil no registrados, dinero que no se refleja en el progreso de la entidad y sí lo endeuda por 30 años.
Dijo también que preocupa y duele la falta de independencia de los tres poderes, donde se compran y se venden las conciencias, y donde el gobierno federal ha dejado a su suerte a los morelenses, tratando pues a Morelos como moneda de cambio, esto, al enfatizar que escasean autoridades que amen Morelos y le sirvan con responsabilidad.
Indicó que en Morelos se está cansado de la corrupción, desinterés y de forjadores de castillos en el aire que sólo ven por sus propios intereses, donde la paciencia del pueblo está llegando al límite; donde ya no es suficiente el pan y el circo para entretenerlo y enajenarlo.