POR: FRANCISCO SALVADOR LÓPEZ BRITO
Recientemente he sido invitado a un sinfín de eventos relacionados con el Presupuesto de Egresos de la Federación 2017, sobre todo para defenderlo y hablar de los problemas que ocasionará su recorte; sin embargo, creo que es momento de que todos tomemos conciencia y afrontemos un tema de gran coyuntura a nivel nacional y que tiene relación intrínseca con cada uno de nosotros y es el relacionado con la corrupción.
Si bien sabemos que las necesidades y carencias de un país como el nuestro son ilimitadas, también debemos reconocer que no existen recursos económicos, humanos, naturales, etc, suficientes para hacer frente a estos problemas; razón por la cual tenemos la obligación de hacer un uso eficiente y racional de ellos, desde luego partiendo de un principio de mayor transparencia. Por lo general para todos nosotros siempre ha sido una posición más cómoda el estar cuestionando los errores que suceden en cuanto al manejo de los recursos, pero bien vale la pena hacer un autoanálisis y reconocer aquellos problemas que si están en nuestras manos y tratar de resolverlos.
El año pasado, el Instituto Mexicano de Competitividad, realizó una investigación del “Índice de Competitividad Internacional 2015. La corrupción en México: Transamos y no avanzamos”[1], la cual define que un país para ser considerado competitivo debe ser consistentemente atractivo para el talento y la inversión, que permitirán que se detonen oportunidades para el desarrollo y prosperidad de sus habitantes; hasta el 2015, podíamos decir que México se encontraba sólido en Economía (no así en el 2016, con fluctuaciones del tipo de cambio frente al dólar de alrededor de 20 pesos), Gobierno Eficiente y eficaz y Mercado de Factores Eficientes; mientras que por el lado de las mayores carencias encontrábamos al Estado de Derecho, Sociedad incluyente, preparada y sana, los cuáles como podemos apreciar, siguen con rezagos importantes en este 2016.
Todos los días vemos en los diversos medios, noticias relacionadas con la corrupción, pero realmente alguna vez nos hemos detenido a analizar los costos que tiene para el país la presencia de este vicio. El índice de percepción de la corrupción contempla la percepción de corrupción en el sector público en 168 países[2], en este estudio tenemos una puntuación de 35 (posición 95 del índice de los 168 países evaluados) muy por debajo del 83 que presentan países como Canadá (número uno de esta puntuación), 91 de Dinamarca, o incluso, del 70 que tiene Chile; lo cual nos indica las grandes áreas de oportunidad que tenemos para mejorar nuestro entorno.
En este sentido, una mayor puntuación indica que los países cuentan con mecanismos de gobierno abierto que permiten que los ciudadanos puedan exigir una rendición de cuentas; mientras que una puntuación precaria, como la que presenta México, indica la prevalencia de problemas tales como el soborno, corrupción impune y que las instituciones públicas no den respuestas eficientes a las demandas de las personas; derivado de esta explicación, es preocupante conocer que con nuestra puntuación de 35, estamos muy lejos de satisfacer las demandas y condiciones que el pueblo requiere.
Asimismo, de acuerdo al IMCO, esta grave corrupción tiene un costo para los mexicanos de aproximadamente 890 mil millones de pesos (2015), lo cual se traduce como que una persona paga 165 pesos diarios por este mal, tal como si se tratara de una cuota impositiva. Lamentablemente, sabemos que esta corrupción tiene una mayor repercusión para aquellos grupos que tienen una mayor vulnerabilidad, pues cerca del 33% de sus ingresos son destinados para asuntos relacionados con la corrupción, es de asombrarnos que en más de 10 años de combate a la corrupción se han incrementado los recursos destinados para este fin en más de un 98%, obteniendo resultados poco relevantes (pasando de la posición 64 al 95); asimismo, hoy en día podemos decir que para el país la corrupción tiene un costo del 10% del PIB.
¿Cuáles podemos considerar los principales incentivos para que la corrupción persista? Pues indudablemente el deterioro del tejido social, la constante depreciación de nuestra moneda, el desinterés colectivo, la falta de aplicación efectiva de las leyes, el compadrazgo, el amiguismo; situaciones de los que alguna vez hemos sido víctimas, principalmente para tratar de tener acceso a ciertos beneficios. Desafortunadamente, la existencia de estas perversiones, impiden que el país logre un progreso real, sin embargo, la mayoría de los mexicanos aluden que todos estos vicios sólo corresponden al gobierno, sin considerar que en gran parte de ellos tienen una corresponsabilidad significativa, de otra manera, no alcanzaríamos los niveles tan importantes que tenemos.
No dudo mucho que existan mecanismos que permitan mejorar esta situación, sin embargo también considero que es prioritario que tanto gobierno como sociedad realicen un examen de conciencia para identificar aquellas acciones que están en su cancha; por ejemplo, si dentro de mi organización tengo un proveedor de medicamentos que ya no son tan innovadores ni efectivos, pero que me ofrece una “mordida” y sólo por ello lo acepto, tengo que pensar que detrás de ese fructífero negocio, están en juego la vida de cientos de personas que necesitan esos medicamentos y buscan obtener una mejoría en su calidad de vida; esto es aplicar de una manera discreta la tan conocida “Mano Invisible” de Adam Smith, que no supone otra cosa que actuar buscando el bien individual desde principios éticos, que promoverá el bien común en el largo plazo.
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