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jueves, abril 25, 2024

El programa santafesino que logró que miles de jóvenes se capaciten y fue reconocido mundialmente

Gabriel Pignataro (35) no salía de la cama hasta que los rayos de sol del mediodía le partían la cara. Hasta los 27 años, sus días se repetían como una foto: cortaba una botella de plástico, la llenaba de alcohol y se reunía en la esquina de su casa en zona sur de Rosario a planificar asaltos con sus compañeros. “En la calle solo quería matar o morir. Pensé que eso no cambiaría hasta que me internaron por consumo problemático en el Hospital Psiquiátrico Agudo Ávila. Nunca me hubiese imaginado que hoy sería parte de un proyecto de cocina”, dice Pignataro, quien conoció en este establecimiento el programa Nueva Oportunidad de la provincia de Santa Fe, a través del cual recibió capacitaciones en gastronomía para luego integrar el emprendimiento productivo “El Horno está para Bollos”.

Gabriel es uno de los 18.000 jóvenes de la provincia que participa actualmente del programa, por medio del cual logró superar las adversidades de su entorno y encontrar un proyecto de vida.

“El Nueva Oportunidad surgió en el 2013 con el objetivo de ofrecer una herramienta de integración social por medio de capacitaciones en oficios a jóvenes de 13 a 35 años que viven situaciones de violencia cotidianas”, explica Luciano Vigoni, director de la propuesta, quien acaba de regresar de Costa Rica tras representar al país con este Programa, que fue destacado en el “Encuentro Latinoamericano y del Caribe sobre prevención de la violencia y el delito” organizado por el Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (Ilanud).

Una de las particularidades por las que sobresalió la iniciativa es por su modalidad de trabajo en red. “Articulamos el abordaje con 280 instituciones barriales de 28 localidades de la provincia. Eso nos ha permitido expandir las posibilidades de alcance. Una vez que coordinamos las capacitaciones con distintos organismos del estado, llevamos la propuesta a las organizaciones en las que participan jóvenes. Actualmente contamos con 1500 personas, entre referentes de estos espacios y funcionarios públicos, acompañando al programa”, agrega Vigoni.

Los jóvenes se capacitan en sus propios barrios de residencia y reciben un estímulo económico. Actualmente, hay 870 espacios de formación que ofrecen desde oficios tradicionales, como los vinculados al rubro textil, gastronómico, deportivo, informático o a la construcción, hasta otros más novedosos relacionados con lo artístico, lo audiovisual o lo sociocomunitario.

Una vez concluidos los seis meses de formación, en algunos casos se conforman proyectos cooperativos, bajo el nombre de “unidades productivas”, a los fines de contrarrestar la insuficiente demanda de trabajo formal. “El Horno está para Bollos” es una de las 54 unidades existentes, entre los diferentes rubros.

A las 8.30 Yanina Di Giusti enciende las luces de la cocina en el espacio cultural La Toma de Rosario, donde se lleva adelante “El Horno está Para Bollos”. Ella, junto con la fundación EOS y la Dirección de Salud Mental, es una de las profesionales que acompaña a las 15 personas que fueron pacientes de distintos institutos psiquiátricos de la provincia y lograron salir adelante con este proyecto.

“En consonancia con el nuevo paradigma de la Ley Nacional de Salud Mental nº 26.657, este emprendimiento apunta a ofrecer herramientas sustitutivas al encierro. Además de ser muy perceptivo, Gabriel es el portavoz del grupo. Es él mismo quien se sienta a negociar con los referentes del gobierno cuando lo necesitamos”, explica Di Giusti, licenciada en Trabajo Social.

Trabajadores del emprendimiento gastronómico “El horno esta para Bollos” en su ámbito laboralTrabajadores del emprendimiento gastronómico “El horno esta para Bollos” en su ámbito laboral

Con la mirada clavada sobre la mesada, Walter Orellana tararea una canción para cortar las cebollas y otra al pelar las papas. Se sonríe al describir el menú con el que agasajará a los 44 pacientes ambulatorios del Hospital Psiquiátrico Agudo Ávila: carne con verduras para el almuerzo y suprema con tortilla para la cena, que Gabriel se encargará de servir en el comedor del edificio.

Este emprendimiento apunta a ofrecer herramientas sustitutivas al encierro

Yanina Di Giusti

Una herramienta de inserción laboral

Como Gabriel, para la mayoría de los jóvenes que integran el programa, se trata de su primera experiencia laboral formal. Antes del 2018, cualquiera que caminase por Barrio La Cerámica de Rosario, se hubiese encontrado con el rostro de Fernando Acosta (26), ardido por el calor del asfalto. Con el paso cansado, recorría las calles a la espera de que surgiera alguna “changa”.

En el terreno que años atrás se acumulaban kilos de basura entre los pastizales, hoy se levanta la Asociación Civil Plaza el Ombú, donde Fernando encontró mucho más que un espacio de trabajo. Al atravesar la puerta del lugar se desprende el aroma a pastel recién horneado de la panadería que lleva adelante la Asamblea de Vecinos desde el 2002. A un costado, está la biblioteca comunitaria. Hacia el fondo, los surcos de un jardín de hierbas aromáticas cortan el terreno. A mano derecha, un pizarrón negro reza con tiza verde “Bienvenidos al Vivero Irupé”, enmarcado en una guarda de flores. Se trata del negocio que construyeron a mano los seis miembros de esta Unidad Productiva en el 2018 después de haberse capacitado en talleres de huerta.

Fernando Acosta y Ailen Machado desde el Vivero IrupéFernando Acosta y Ailen Machado desde el Vivero Irupé

A Fernando se le llena de vitalidad la voz cuando describe su oficio: “El vivero es como mi hogar. Si bien la jornada es de cuatro horas diarias, prácticamente vivo acá porque me encanta. Siempre hay algo para hacer. Cuando no tengo que repartir los pedidos con la moto, manejo las redes sociales, trabajo en la huerta, atiendo el local o la feria de la que participamos los sábados”.

Un abordaje transversal con múltiples impactos

Según Érica Beckman, referente de Nueva Oportunidad y licenciada en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), los jóvenes que integran las Unidades Productivas experimentan transformaciones tanto a nivel colectivo como subjetivas: ” La posibilidad de capacitarse, producir algo para otros, recibir una contribución económica y vivenciar relaciones de trabajo colaborativas les permite posicionarse en otro lugar y potenciar su autoestima”.

Los siete integrantes de la planta de residuos informáticos de Nodo Tau también acondicionaron el espacio ellos mismos luego de haber realizado los cursos de reparación de PC que ofrece el Programa provincial en barrio Ludueña, Rosario.

Fue Elías Rodríguez (19), estudiante de Higiene y Seguridad, quien colocó los matafuegos y carteles que se disponen en el galpón de la organización civil Nodo Tau. Este joven se pasea entre las máquinas que serán recuperadas o reparadas con la soltura de un científico en su laboratorio. Es que la vocación por la informática la arrastra desde chico. “Me podía pasar horas mirando videos en Youtube acerca del tema. Acá todos los días se aprende algo nuevo porque actualizarse es parte del oficio. Mis compañeros también me enseñaron mucho. Ya tenemos una clientela dentro del barrio y eso me enorgullece”, expresa Elías, mientras desarma una computadora con una pasión que se le escapa en sus ojos bien abiertos.

Camilo Villán y Elias Rodríguez, integrantes de la planta de residuos informáticos de Nodo TauCamilo Villán y Elias Rodríguez, integrantes de la planta de residuos informáticos de Nodo Tau

Para la doctora en Ciencias Sociales Ana Miranda, investigadora del Conicet, referente del proyecto Colectiva Joven de Flacso, que también acompaña a jóvenes en situación de vulnerabilidad en la producción comunitaria, en la medida en que los emprendimientos comunitarios tienen impacto en el barrio, cambia la percepción que se tiene de ellos, ya que estos generalmente son estigmatizados. Y agrega: “Por eso, es crucial que el enfoque este puesto en la promoción de derechos más que en la prevención del delito”.

Además de cubrir las 28 localidades de la provincia, el programa también se aplica en 10 centros penitenciarios. Desde su surgimiento hasta fines del 2017, la tasa de homicidios en relación a jóvenes de entre 15 y 29 años disminuyó en un 45%, según el Ministerio Público de la Acusación de la Provincia. “Dichos números no implican una relación lineal ya que se trata de un fenómeno complejo. De igual manera, teniendo en cuenta que los datos estadísticos comprenden la población prioritaria del programa, son significativamente relevantes”, expresa Vigoni.

Otra de las virtudes de la iniciativa es su impacto en términos educativos. “Para poder cobrar la beca estimulo del programa, los jóvenes deben estar escolarizados o haber terminado sus estudios”, añade Vigoni. Al momento en que la sombra se esconde en el Vivero Irupé, Ailén Machado (21) toma sus apuntes del Profesorado de Lengua, los guarda en la mochila y saluda a su hermana Fátima (20), quien viene de su clase de Profesorado de Matemática para cubrir el segundo turno. ” ¿Que es el Nueva Oportunidad? Superarse todos los días”, dice Fátima y se le quiebra la voz. Ellas son la primera generación de su familia en terminar la secundaria y hacer una carrera universitaria.

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