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lunes, abril 29, 2024

‘Fidel envió al Che a inmolarse a Bolivia’ asegura su captor

Gary Prado, el militar que capturó en la selva boliviana al Che Guevara lo tiene claro: su amigo Fidel Castro lo mandó a Bolivia a inmolarse después de convertirse en un estorbo para la revolución cubana.

A punto de cumplirse cincuenta años de su ejecución, el 9 de octubre de 1967 en La Higuera, tras ser detenido un día antes en Vallegrande, en la provincia de Santa Cruz (este), Prado asegura que el Che confesó que él no había tomado la decisión de venir a Bolivia.

Tras su errático periplo por varios países de África y por Checoslovaquia, luego de abandonar sus cargos en el ejecutivo cubano, Fidel le permitió regresar clandestinamente a Cuba.

“Tiene una reunión y le arman el equipo de cubanos que le iban a acompañar. El enlace cubano que debía mantener el vínculo con Cuba se va y los deja solos”, explica Prado.

“Al Che lo envían a Bolivia para librarse de él. No tenía idea de cómo era Bolivia”, dice este militar a quien un tiro accidental de un compañero hace más de 30 años le dejó en silla de ruedas.

Esa idea la defiende Prado en su libro La guerrilla inmolada.

En los once meses que operó el medio centenar de guerrilleros en Bolivia, nunca fueron un peligro real, aunque en las dos primeras operaciones, las de los ríos Ñancahuazú, el 23 de marzo, e Iripití, el 10 de abril de 1967, sorprendieron a un ejército desorganizado y mal armado, que acusó 18 bajas. Ninguna en las filas insurgentes.

Pero cuando Prado, comandante de los Rangers, capturó al Che, sólo quedaban 17 guerrilleros. “¡No representaban peligro para nadie!”, sostiene con su voz suave apenas audible.

El Che no era ni sombra de lo que fue. Hambriento y sucio. “Tenía una ollita con cuatro huevos y los cuidaba más que a su vida”, dice Prado.

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Tras comer, beber y fumar a lo largo de la tarde y de la noche del 8 de octubre, su ánimo mejoró, dice Prado, quien entonces tenía 28 años. “Me preguntó qué iban a hacer con él y yo le dije: será juzgado como los otros prisioneros”.

Pero pese a que el propio Che creía que valía más vivo que muerto, al día siguiente, mientras Prado y sus hombres buscaban a los últimos siete guerrilleros, lo llevaron a la escuela de la aldea La Higuera por orden de La Paz.

Uno de los muchos voluntarios que se presentaron, el sargento Mario Terán, lo acribilló a balazos.

Prado, exembajador boliviano en Gran Bretaña y México, lamenta que cincuenta años después sólo se le recuerde a él por haber capturado a esta “figura magnificada que no corresponde a la realidad” y no por haber sido uno de los artífices que “ayudó al retorno de la democracia” en Bolivia.

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