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viernes, abril 26, 2024

El PRI, lo mismo de siempre

Las discusiones previas, los trabajos en las cinco mesas temáticas así como la celebración de la XXII Asamblea Nacional del PRI en la que aprobaron modificar sus estatutos, acaparó la atención de la clase política y de los columnistas a lo largo de las últimas dos semanas por la posibilidad latente de que se generaran fracturas – como en otras ocasiones – ante la inconformidad manifiesta de algunos grupos de militantes, pero sobre todo por las repercusiones que pudiera tener en la definición de la candidatura presidencial de ese partido.

Lo que las imágenes reflejaban era que se vivía un ambiente de fiesta y seguramente para los priistas así fue. Las críticas se diluyeron y las amenazas de conflicto se disiparon. Los 10,500 delegados vitorearon a su presidente y cerraron filas en torno a él, reconociéndolo como su jefe máximo y el gran elector. Poco importaron los múltiples problemas que enfrenta el país, los escándalos de corrupción – a los que están tan acostumbrados – o el tercer lugar en las encuestas. Se privilegió la unidad que tiene como principal factor de cohesión la conservación del poder.

A los inconformes se les concedió un pequeño triunfo, la prohibición para que quienes ostenten un cargo de representación proporcional puedan ser postulados en la siguiente elección por la misma vía y que afecta a personajes de la cúpula partidista como Emilio Gamboa Patrón o Carlos Romero Deschamps, pero no es difícil que se trate tan sólo de una victoria pírrica, ya que al parecer se presentarán impugnaciones en cuyo caso la decisión recaerá en el Tribunal Electoral.

También se aprobó reservar el 30% de las candidaturas a jóvenes y 10% para indígenas, la creación de un comité de ética así como una secretaría anticorrupción y se contemplan los gobiernos de coalición, pero lo verdaderamente relevante es que se eliminaron los candados que establecían como requisito 10 años de militancia, con lo que se abre la puerta a la postulación de simpatizantes como José Antonio Meade y se amplía la baraja de aspirantes de la cual podrá echar mano Peña Nieto que es quien finalmente decidirá en la más pura tradición priista.

Muy lejos quedaron los tiempos en que el PRI buscaba mostrarse como un partido renovado, cercano a la sociedad. Tal parece que el Presidente se sintió muy cómodo con sus compañeros de partido – por unos minutos volvió a ser popular – y sus palabras fueron muy elocuentes, se apuestan por ellos mismos como “soldados de la patria”, por su estructura, su voto duro y probablemente también a la división entre los partidos de oposición como sucedió en el Estado de México.

Un discurso autocomplaciente en el que hizo referencia al trabajo que ha hecho su gobierno a favor de la seguridad de las familias mexicanas así como para combatir el hambre y la pobreza y llegó al colmo de calificarlo como el sexenio del empleo. De la corrupción sólo hizo una breve mención como algo ajeno, siendo que es el principal reclamo de la ciudadanía y los escándalos han marcado a su administración. Quizá hubiera sido iluso esperar un reconocimiento de los errores, omisiones o insuficiencias, pero sí cuando menos alguna reflexión sobre la situación del país y los retos por venir. No hubo espacio para ello, pero sí para confrontar a los demás partidos – mirando la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio – e ignorando a las y los ciudadanos. Lo dicho, ¡es el PRI de siempre!

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