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viernes, abril 26, 2024

El mito me cautivó: Miguel León-Portilla

(Milenio).- La huida de Quetzalcóatl, la única pieza de teatro del doctor Miguel León-Portilla, es una obra de juventud, de cuando él estudiaba la maestría y cayeron en sus manos los libros de su maestro Ángel María Garibay, con esa leyenda preservada en náhuatl por Fray Bernardino de Sahagún.

“La historia me cautivó”, cuenta León-Portilla sobre esta obra suya que se estrenó en el teatro Juan Ruiz de Alarcón, en una adaptación de Mónica Raya.

Instalado en la biblioteca de su casa de Coyoacán, el profesor emérito de la UNAM cuenta la génesis de esa obra de teatro escrita en los años 50 del siglo pasado y publicada medio siglo más tarde.

“Cuando intenté publicarla se la di a leer al padre Garibay, mi maestro, y él me envió con los Méndez Plancarte, dos hermanos sacerdotes seculares que tenían Ábside, una revista cultural de cierto prestigio.

“Tras leerla, el padre Alfonso Méndez Plancarte se me quedó viendo y me dijo: ‘¿Usted cree en Dios o es ateo?’. Yo le respondí: ‘ni una cosa ni otra, solo quiero saber qué le pareció’. Él dijo entonces ‘eso no se puede publicar’.

“Luego fui al Fondo de Cultura, ni quién me conociera entonces. Ya ahí, la mujer del director Arnaldo Orfila, Laurette Séjourné, la leyó y como ella creía que Quetzalcóatl era una especie de Jesucristo o de Buda náhuatl, se horrorizó y me dijo que no se podía publicar. Entonces yo cogí la obra y la guardé en un cajón durante 50 años”, narra el maestro.

Miguel León-Portilla disfruta de la conversación y de impartir clases en sus seminarios, a los que envía filmaciones cuando no puede ir o recibe a sus alumnos en la casa que ha habitado durante más de medio siglo.

“Me gusta mucho que vengan mis alumnos a casa, de hecho, esta obra de teatro se ensayó aquí en mi casa, Mónica Raya le ha metido muchísimo esfuerzo, son más de cien personas entre actores, tramoyistas, etc. El rector Enrique Graue ha apoyado mucho esto, porque es costoso poner una obra así”, describe el historiador.

La huida es la historia de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, como sacerdote y gobernante, donde el también autor de Visión de los vencidos, recreó el mito de Prometeo.

“Ahí metí mis preocupaciones sobre la existencia, la muerte y el tiempo. Pretenciosamente se puede decir que imité al gran dramaturgo griego Esquilo, con la leyenda de Prometeo, solo que aquí el personaje es Quetzalcóatl, y el fuego es la Toltecáyotl”, como describe a la cultura y a la filosofía precolombina.

Son, agrega, “las mismas preocupaciones que he tenido y que ahora, a mis 92 años me vuelven y creo que me acompañarán hasta el último momento de mi existencia”.

León Portilla conserva sus preocupaciones, o las actualiza, lo mismo que a sus maestros. En una esquina de la biblioteca penden tres retratos de ellos y, debajo, el de él mismo, pintado por Pablo O’Higgins.

“Tuve dos maestros, Garibay y Manuel Gamio. Éste me decía: ‘No te fijes nada más en los indios muertos y en las pirámides, piensa en los indios vivos'”, recuerda.

Por eso, cuando el ministro de la Suprema Corte de Justicia José Ramón Cossío supo de su interés por defender a los indígenas, interés compartido, “los dos hemos luchado para que los indígenas tengan una casa de escritores”.

Sobre la muerte, tema muy presente en La huida de Quetzalcóatl, bromea sobre las veces que interroga a Sahagún.

“A veces cuando termino de trabajar en la noche, me planto frente a este retrato de Fray Bernardino de Sahagún y le digo: Órale Sahagún, aparéceteme en la noche, para que yo crea que hay algo después de esta vida. Pero la verdad, soy agnóstico, no ateo.

“En esta misma calle vivía Juan Comas, del exilio español. Un día se me presentó y me dijo: ‘Miguel, quiero que me digas qué hay después de la muerte’. Le hablé del Mictlantecutli, de la visión indígena, y me dijo que no creía en eso como tampoco en las postrimerías católicas. Por eso le dije: ‘Mira Juan, después de la muerte, viene lo que sigue. ¿Y qué sigue?, preguntó. ¡pues lo que sigue!'”

Al final, el historiador concluye con una recomendación siempre de acuerdo con “sus necedades”: pide acercarse a la obra de Sahagún, La historia general de las cosas de la Nueva España, al Quijote de Cervantes y a Bernal Díaz del Castillo. “Ambos, estos últimos, soldados, gente sin estudios pero que dejaron grandes obras. Ahora que si prefieren algo más moderno, que lean la biografía de Hernán Cortés de José Luis Martínez, que es una biografía bastante objetiva, no fue ni héroe ni villano”.

‘La huida de Quetzalcóatl ‘ se exhibe en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario hasta el 10 de diciembre, de jueves a domingo.

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