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jueves, abril 25, 2024

“El libro es una extraña isla desierta”: Juan Villoro

(Milenio).- Villoro es un convencido de que un escritor es, ante todo, un lector; también, de que a todo buen lector le interesa compartir aquellos títulos que le despertaron sorpresa, pasión o curiosidad. Eso se refleja en sus crónicas, novelas, cuentos, ensayos y hasta en sus libros para niños y jóvenes, bajo la certeza de que la lectura “es un acto de autopreservación.

“Hoy en día estamos invadidos en las distintas esferas de nuestras vidas: estamos vigilados, nos siguen para hacernos ofertas o para controlarnos en prácticamente todas las plataformas digitales. El libro y la lectura se convierten en una extraña isla desierta, en donde debemos estar con nosotros mismos y con una voz distante.

“Es un espacio de autopreservación, para mantener la integridad y el sentido de lo individual, al no asimilarnos exclusivamente a una masa vociferante que se expresa, muchas veces, de manera inmoderada en las redes”, aseguró el escritor en entrevista con MILENIO a propósito de la aparición de su libro La utilidad del deseo (Anagrama, 2017).

Así como lo hiciera en Efectos personales y De eso se trata, Villoro se ocupa de algunos autores y lecturas que lo han influido: la isla de Daniel Defoe, la celeridad y la culpa en Nikolái Gógol, el arte de condenar de Karl Kraus, la empatía de la pluma con el bisturí, la fábula de la conciencia de Peter Handke, hasta las insólitas semejanzas entre los incomparables Ramón López Velarde y James Joyce.

“Son ensayos de los últimos ocho años, en los que he tratado de compartir fervores y pasiones literarias. Algunos de ellos hacen eco a ensayos previos de mis otros dos libros en el género, como un texto muy largo sobre la traducción, y en otros casos se trata de exploración de autores que había seguido desde hace mucho tiempo, pero no había podido razonar mi entusiasmo por escrito”.

Desde su perspectiva, una de las cosas más difíciles para un escritor tiene que ver con la tarea de justificar sus pasiones: “Es mucho más fácil decir cuáles son los defectos de un libro, que tratar de encomiar qué es lo que te cautiva”, explicó Villoro, quien recordó una frase de Nabokov para describir su labor ensayística: “El verdadero síntoma de estar ante una obra de arte es sentir escalofrío en el espinazo”.

Y agregó: “El ensayo es el difícil arte de razonar esos escalofríos y tratar de justificar por qué te entusiasmó algo que, bien a bien, no acabas de descifrar. Se trata de un autoaprendizaje, donde el primero en aleccionarse es el propio ensayista y luego se trata de compartir esa pasión, porque yo creo que no hay entusiasmo que se pueda guardar en secreto. Todas las pasiones piden ser compartidas, y es lo que he tratado de hacer en La utilidad del deseo”.

Diálogo con el lector

Presentado anoche, con una conversación entre Villoro y Emiliano Monge, el volumen se integra con ensayos que no son de un especialista ni para expertos, sino más bien de un lector compulsivo, al que le gusta leer cosas diferentes: “Tengo curiosidades dispersas y he tratado de responder a ellas, pero básicamente pensaría que son los ensayos de un narrador.

“He tratado de ver a los escritores como personajes de un relato y describirlos en su paisaje social, psicológico, humano, y entender su literatura al compás de lo que ellos fueron en vida”, contó Villoro, para quien el arte de la conversación tiene mucho que ver con el ensayo: es una manera de convertirse en intermediario “entre una obra que te ha gustado mucho y un lector que podría disfrutarla.

“Es como reunir en una habitación a algunos de tus autores favoritos y abrir la puerta para ver quién entra en esa habitación. A mí me entusiasma el lema de los hermanos Grimm, que era: ‘Entonces, cuando desear todavía era útil’, y que se refiere a una época pretérita, a una Arcadia del comienzo, en la que los deseos se cumplían, el famoso momento del hada madrina que podría hacer que las ilusiones cobraran realidad”.

La literatura tiene mucho que ver con la idea de abrir un libro como se hace con una puerta o una ventana, y entrar en un mundo donde se espera que los deseos se cumplan. Es la apuesta principal del escritor con La utilidad del deseo, donde busca contagiar el placer de una lectura.

“Y esto lo he sentido a través de muchos libros que he leído: todo escritor es antes que nada un lector. He tratado de compartir estas formas del placer mediante el ensayo: no creo que el mejor lector sea el que haya leído más”, enfatizó Villoro, “o el que ha leído bibliotecas enteras, sino el que lee con entendimiento propio y con absoluta entrega”.

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