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jueves, abril 25, 2024

Carmen Linares: «¿Por qué le vais a cortar las alas a Rosalía?»

Carmen Linares habla como canta. Eleva la mano reposada sobre la pierna, acaricia el pulgar con el índice para buscar sus palabras y abre la mano con suavidad al encontrarlas, igual que cuando mira al pozo del alma en un cante minero o en una soleá. Es con probabilidad la cantaora de flamenco más importante del último medio siglo. No se le nota cuando recibe a este periódico encaramada a uno de los nuevos rascacielos en Hudson Yards, la última excentricidad arquitectónica de Nueva York, un fulgor de cristal y acero desde el que se domina buena parte de la ciudad y del río Hudson. Linares habla con suavidad y sencillez, mientras mira el espectáculo urbano por la ventana. Recuerda con la misma humildad su primer viaje a EE.UU. –«íbamos en un autobús, vi muchas Américas distintas»– o sus pasos por el Carnegie Hall o el Lincoln Center, los templos de la música de Nueva York.

El apelativo «señora», ese que dedican en el escenario a una cantaora o a una bailaora a punto de arrancarse, encuentra en ella sentido. Porque es reconocida como la gran señora del cante flamenco –a Nueva York ha venido a recoger un premio, el «Master of Mediterranean Music», que entrega el Berklee College of Music, el prestigioso conservatorio de música contemporánea– y también por su señorío fuera del escenario. Lo demuestra cuando llega la pregunta inevitable.

—¿Rosalía?

—Mira, todo el mundo me preguntaba por Rosalía para que yo diera mi beneplácito. Fue una cosa que me dio mucho miedo. Los jóvenes flamencos me decían: «Estamos esperando a ver qué dices tú». Pero, ¿yo qué voy a decir? Rosalía tiene 23 años, que haga lo que quiera, lo que ella sienta, dejadla que haga su vida y su carrera. ¿Por qué le vais a cortar alas a esta criatura? A lo mejor si ella se sienta en una silla y se pone a cantar por soleá por derecho no es ella. Y si no es ella, no es auténtica. Y si no es auténtico, no vale. Ya está.

—Hay un paralelismo entre «El ángel», el primer disco de Rosalía, que actualiza cantes antiguos de La Niña de los Peines o Manuel Vallejo, y su antología de la mujer en el flamenco. «Toma este puñal dorado», las cantinas de La Mejorana, por ejemplo, están en ambos. ¿Le pareció interesante ese disco?

—A mí me chocó mucho ese disco. Era un tratamiento absolutamente diferente. No fue un trabajo de Rosalía que yo a la primera lo cazara, pero eso suele ocurrir. Fue un primer paso para ella. Es difícil que la gente ortodoxa del flamenco lo entienda. Pero yo respeto todo, porque el tiempo lo pone todo en su sitio, lo que vale y lo que sirve. Alegremente no se puede decir eso no vale para nada porque no lo conozcas tú. Eso le ha servido para la evolución a lo que está haciendo ahora. A mí me encanta que a Rosalía le guste el flamenco. Daño al flamenco no le va a hacer. No está diciendo que eso sea cante fondo. Ella hace su proyecto personal y su inspiración es el flamenco. Estupendo.

«Lo que pasa en Cataluña puede afectar a la programación de flamenco»

—Rosalía es un fenómeno internacional con su segundo disco, que mantiene dejes flamencos. La gente gritaba «ole» esta primavera aquí en el Webster Hall, donde llenó dos noches seguidas. ¿Eso despista sobre qué es el flamenco? ¿Es perjudicial?

—Si ella actúa y hace ese inicio, ese amago de flamenco y a la gente le gusta, pues fíjate la fuerza que tiene el flamenco. ¿Despistar? Si esos señores se quedan ahí, bueno, está bien. Si quieren profundizar, pueden ir a otra fuente. El problema es que la palabra flamenco se mezcla ya con todo. Y eso no es flamenco auténtico, es la realidad, no es cante hondo, hay que diferenciarlo. Pero, no sé, no me gusta prohibir o que eso no se haga.

—En su día hubo reacciones furibundas por «La leyenda del tiempo», de Camarón…

—¿Y cuando salió «Omega» (el trabajo de Enrique Morente con Lagartija Nick)? Y ahora es un clásico. A mí me encantó. Yo es que llevaba a Enrique en el alma. Y con Camarón igual. Se rasgaron las vestiduras todos los flamencos con «La leyenda» y yo estaba en mi casa oyéndolo, no me lo podía creer.

—Pero usted nunca ha querido hacer un disco así…

—No. Yo he hecho incursiones en otras cosas, como las canciones de Lorca, que vi un campo para modernizarlas, pero sin que perdieran su esencia.

—¿Pero nunca ha temido hacer algo muy rompedor y enfadar a unos cuantos?

—Bueno, ya se han enfadado algunos… Pero todavía no es tarde, ¿eh?

“Los jóvenes me vienen a preguntar como si fuera una papisa del flamenco”

—Con los mejores.

—No es tarde porque Carmen Linares tiene 68 años y sigue en un momento espléndido. En febrero estrena en el Teatro de la Zarzuela un nuevo espectáculo en el que celebra sus cuatro décadas de carrera solista. En ese tiempo ha labrado un conocimiento enciclopédico del flamenco y ha cantado todo y con todos. Creció con Morente, Camarón y los Habichuela en los tablaos de Madrid de finales de los sesenta, han tocado para las mejores guitarras –de Paco de Lucía a Manolo Sanlúcar o Vicente Amigo–, ha adaptado a Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez o Miguel Hernández y ha dejado discos para la historia, como «Cantaora», «Locura de brisa y trino» o su «Antología de la mujer en el cante».

—No extraña que los jóvenes le vengan a preguntar, es usted como una papisa del flamenco…

—Es que justamente que vengan a preguntarme como si yo fuera una papisa… Mira, empiezo a correr y no paro.

—Pero usted es una autoridad, por ejemplo por la antología.

—Sí, es un antes y un después en mi carrera. Ese disco se estudia, y me da una gran satisfacción, porque está hecho con mucho rigor y aportando muchas cosas. Puse mi propia forma en cantes de otras mujeres.

—De Cataluña han salido grandes flamencos en las últimas décadas: Miguel Poveda, Mayte Martín, Duquende… ¿Cómo ve la situación? ¿Puede afectar al flamenco?

—Es muy triste. Y sí que puede afectar, porque hay gente muy radical que todavía asocia al flamenco con Franco.

—¿Puede influir en la programación de flamenco?

—Me da la impresión de que puede influir. Si influye a gente que va con una bandera, imagínate si yo me pongo ahí cantar flamenco. No lo consideran un arte universal, que es lo que es. Yo he ido a Barcelona a cantar mucho, muchísimo. Hace ya tiempo que no voy.

—¿Cree que tiene que ver con eso?

—No lo sé. Se lo tendría que preguntar a Miguel Poveda. Porque si él actúa menos, sí sería significativo. Pero yo, por lo que está pasando, tengo esa sensación, puede repercutir y sería una pena.

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