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jueves, abril 25, 2024

4 libros de Philip Roth para entender su visión del mundo

(Milenio).- Philip Roth, que había cumplido 85 años el pasado 19 de marzo, fue eterno candidato al Nobel de Literatura. Publicó 27 novelas —a veces una por año— además de libros de divulgación, decenas de relatos cortos, ensayos y entrevistas.

El humor, sarcasmo y melancolía de sus textos lo encumbraron como una figura eminente de la literatura del siglo XX. Aunque desde 2012 se había retirado de la escritura, al cumplir 85 dijo que no estaba arrepentido de esa decisión: “es que no han cambiado las circunstancias que me llevaron a abandonar la escritura literaria”.

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Estos son cuatro libros clave para entender el universo rothiano y un adelanto de cada uno:

El mal de Portnoy

“¿Sabes dónde estarías ahora si hubieras nacido en Europa en lugar de nacer en Estados Unidos?”, le inquiere la hermana de Alexander, el protagonista de El mal de Portnoy a su protagonista. “Muerto. Gaseado, tiroteado, incinerado, despedazado, enterrado vivo”. Philip Roth creció, como todos los judíos estadunidenses de la primera mitad del siglo XX, con la angustiosa sensación de estar vivo por una cuestión de lotería geográfica. También con una especie de miedo inenarrable a que lo que había sucedido en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial pudiera volver a ocurrir. Por eso la comunidad judía y los rabinos se echaron encima de Roth cuando escribió El mal de Portnoy, una novela divertidísima sobre un chico judío de la periferia, con las hormonas revolucionadas y una madre ultraprotectora, ultradominante y ultrarreligiosa. ¿No era demasiado pronto para hacer chistes sobre judíos?

Alexander Portnoy es un adolescente que se masturba de forma compulsiva tras la puerta del baño (también lo hace en el autobús, con su gorra de béisbol e incluso con una manzana descorazonada), en un intento de sacudirse la estricta moral judía de encima. La novela sigue a Portnoy en su llegada a la edad adulta, obsesionado por ligar con shiksas —cualquier mujer no judía— y uno de los personajes femeninos está inspirado en la primera mujer de Roth, un matrimonio desastroso que podría haber acabado peor de lo que terminó. La novela fue un éxito absoluto: fue el libro más vendido de 1969 y convirtió a Roth en un hombre rico. También fue el principio de la fama y de su cruz: no podía ir pasear por la calle sin que alguien se acercase a él y le dijese: “¡Oye, Portnoy, déjatela en paz!”.

Pastoral americana

Después de vivir durante años en Londres con la actriz Claire Boom, Roth volvió a Estados Unidos y escribió Pastoral americana. Más tarde explicó que la distancia le había ayudado a renovar el interés por su país y a adentrarse en temas que hasta entonces no había explorado demasiado, como la lucha contra la Guerra de Vietnam. Inspirado en el grupo de izquierda radical The Weather Underground Organization, Roth escribió una novela en la que el protagonista no es un profesor de literatura, un artista frustrado o un escritor judío atormentado, sino todo lo contrario: un hombre sencillo, correcto y amable, incluso atlético y apuesto, El Sueco, que tiene una vida que roza lo perfecto: una esposa guapa y cariñosa y una fábrica de guantes, hasta que su hija adolescente pone una bomba en una oficina de correos y mata un hombre. Ella desaparece y pasa a la clandestinidad, aunque la irá viendo de forma intermitente. La tragedia destruye el matrimonio. Aunque el protagonista es El Sueco, la historia la narra una voz familiar para el lector de Roth, un Zuckerman en horas bajas, antiguo compañero de clase de El Sueco.

Roth se inspiró en un caso real: el de Kathy Boudin, miembro de The Weather Underground, que participó en un atraco en el que murieron tres personas y llevaba una década en la cárcel cuando se publicó el libro. Conocía a sus padres, que solían decirle a Roth que “Kathy no podría haber tenido una infancia más espléndida”. ¿Qué ocurrió para que se torcieran las cosas? ¿Hasta dónde podía llegar el odio a Estados Unidos? La novela, situada en Newark, también recoge el principio de la globalización, que acaba con el triste cierre de la fábrica de guantes.

Después de la Trilogía americana y en vísperas de la desalenatadora victoria de George W. Bush sobre Al Gore, Philip Roth se encontró con una frase del historiador Arthur Schlessinger en la que trazaba la posibilidad de que la corriente aislacionista del Partido Republicano hubiera elegido al aviador y héroe patriótico Charles Lindbergh como líder y éste hubiera dirigido a Estados Unidos a una alianza con el Tercer Reich. Obviamente, en esa idea estaba esperando una novela. El gran acierto de Roth fue tomar esa ficción política y darle mucha carne, mucha realidad doméstica. Por eso, la distopía de La conjura contra América está narrada a través de la vida de una familia judía de clase media de Newark. La familia de Roth.

La paradoja es que el escritor puso en su novela más política sus recuerdos más íntimos. Roth decía que el gran placer que había sentido al escribir La conjura contra América había consistido en revivir a sus padres. Lo mismo podría decirse de su ciudad, de la comunidad en la que creció, los sonidos de la radio que lo acompañaron en la infancia. También está la culpa. Roth desencadenado, la biografía de Claudia Roth Pierpont, habla de la angustia de los judíos americanos de aquella época, atormentados por haber escapado del infierno, temerosos de que el holocausto llegase algún día hasta sus casa.

Un libro corto, curioso, neurótico y, sin embargo, muy significativo de lo que significa Philip Roth. Para ponerlo en contexto, Zuckerman desencadenado apareció 10 años después de El mal de Portnoy y de su éxito desmesurado y engorroso. Nathan Zuckerman, el alter ego de Roth, existía desde Mi vida como hombre (1974) y los años habían pasado en una extraña sucesión de pruebas y errores literarios, exitosa vida social y embarazosa fama.

En esas circunstancias, Roth endosó a Zuckerman una novela gemela a Portnoy llamada Carnovsky, un éxito invivible, más o menos obsceno y un poco desgarrador. Como le ocurrió a Roth, la novela había enfrentado a Zuckerman con su gente, los judíos de Newark. Ése es básicamente el conflicto moral de la novela, canalizado a través de un personaje inolvidable: Alvin Pepler era otro judío woodyallenesco, charlatán, paranoico, hilarante, zalamero, despiadado… “¿Qué sabrás tú de Newark, niño de mamá?”, le grita a Zuckerman, en un momento de la novela. Y ahí está la clave.

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